sábado, 8 de noviembre de 2014

Salí, decís



No hay borde fijo y a mi todo me pasa por arriba, por el costado o por el medio, total, todo pasa y yo sigo muda, yo me quedo. Habla la piel y el cuerpo expulsa, eso que no se dice. Vos no sabés nada. Te quiero y vos no sabés nada. Estás al lado mío contándome cómo tenés esa marca roja en el brazo y yo sólo me detengo ahí. La marca en el brazo. Esa lastimadura rompe tu límite, tu borde. Fue un vidrio, creés. Ese vidrio atravesó tu piel, entró, estuvo, estuvo y dejó su marca y yo estoy afuera mirando mi dedo como si pudiese entrar yo en él. Todo eso que me rebalsa y no te puedo decir está concentrado en mi dedo. Quiero tocar esa cascarita, traspasarla. Acerco mi mano a tu brazo lastimado y huelo de lejos la sangre fresca. Calculo un ángulo. Te distraés y apoyo apenas mi yema en el medio del rojo, suave. Duele, decís y pienso que es lo que tiene que pasar, abrir la piel y recibirme. Un momento definitivo, una entrada. Llevo los ojos a ese dedo, quiero curarte y cerrar tu piel desde adentro para no salir más. Me frenás, salí, decís, me hacés mal, decís, salí. 

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