martes, 29 de octubre de 2013

Batata con queso



Es muy loco el darse cuenta de algo, es loco estar en la psicóloga hablando de Lacan tratando de analizar los tres registros para aplicarlos a cualquier cuento para hacer una monografía de una materia de un cuatrimestre de un año de una carrera universitaria. Porque se pueden hacer muchas cosas, una es una monografía, otra es una adscripción, otra una sesión de psicóloga y otra mudarse. Pensar cómo hacer la cama en pocos minutos, no hacerla y mirar en internet recetas de cookies. Uno o más idiomas, o gatos o pares de sandalias con tacos. Trescientos setenta y nueve pesos en puntos Cúspide y un tomo fascicular. Cuatro tomos fasciculares de un una revista que se llamaba los Libros y ahora es un libro, o sea, cuatro libros de “los libros” o lo que sea. Como esto, un Discurso Vacío que puede ser también la mezcla en batidora de Marx y Lacan, el laclaudismo y su significante vacío. A la misma altura que la línea anterior. En definitiva es una cadena muy simple: no hay luz en la oficina y me duelen los ojos, uso anteojos cuando estoy en la librería y me siento muy desinhibida y compro todos los libros sin importarme lo que pueda pasar cuando realmente pase; la tarjeta dice “saldo insuficiente” y me subo los anteojos. De verdad, saldo insuficiente es el choque con lo real y por suerte me voy, porque lo real es eso que vamos a buscar y no está o es el deseo y por las dudas guardo los anteojos y el colectivo está lleno y el tren también y llego a la psicóloga y me duelen los ojos y al principio no veo bien: son todos los tomos de la obra completa de Freud y mi psicóloga es lacaniana, cuando fue a buscar los escritos de Lacan no estaban y lo real era lo otro, el inconsciente (o inconciente, siempre digo que quiero no poner la silbante) visto desde cerca o desde lejos a través de mis anteojos de sol.
El olor a batata con queso no es imaginario, se pueden hacer muchas cosas en una cocina.   

jueves, 24 de octubre de 2013

¡Con H por favor! - J.Policastro



¡Con H por favor!

Plácidamente transcurrían las horas en el palacio de la doncella Hadges. Divagaba entre poema y pensamiento cuando fue interrumpida por el siempre molesto trompetista real que anunciaba la llegada de una carta proveniente de la corte real. Comenzó con la lectura de la carta:
-A la doncella Adges- rezaba el primer verso.
En un estallido de furia e interrumpiendo al maldito trompetista que aún dejaba oír su anuncio a todo volumen, la doncella grito a los cuatro vientos reclamando la presencia del escritor real.
-¡Reclamo la presencia del escritor real!- decía la doña.
Tras un leve murmullo entre el séquito real apareció como del fondo el aclamado personaje. La niña le dicto un simple verso:
-en respuesta a su carta anterior le pido: ¡Con “H” por favor!


Atte. La doncella.




(Por Julián Policastro)