No hay borde
fijo y a mi todo me pasa por arriba, por el costado o por el medio, total, todo
pasa y yo sigo muda, yo me quedo. Habla la piel y el cuerpo expulsa, eso que no
se dice. Vos no sabés nada. Te quiero y vos no sabés nada. Estás al lado mío
contándome cómo tenés esa marca roja en el brazo y yo sólo me detengo ahí. La
marca en el brazo. Esa lastimadura rompe tu límite, tu borde. Fue un vidrio,
creés. Ese vidrio atravesó tu piel, entró, estuvo, estuvo y dejó su marca y yo
estoy afuera mirando mi dedo como si pudiese entrar yo en él. Todo eso que me
rebalsa y no te puedo decir está concentrado en mi dedo. Quiero tocar esa
cascarita, traspasarla. Acerco mi mano a tu brazo lastimado y huelo de lejos la
sangre fresca. Calculo un ángulo. Te distraés y apoyo apenas mi yema en el
medio del rojo, suave. Duele, decís y pienso que es lo que tiene que pasar,
abrir la piel y recibirme. Un momento definitivo, una entrada. Llevo los ojos a
ese dedo, quiero curarte y cerrar tu piel desde adentro para no salir más. Me
frenás, salí, decís, me hacés mal, decís, salí.